Maya Angelou (Misuri, 1928 - Carolina del Norte, 2014) tenía tres años cuando sus padres la metieron en un tren con su hermano de cinco y los mandaron, solos, a Arkansas a vivir con su abuela. Eran los años treinta y el sur de los Estados Unidos, en plena segregación racial, diferenciaba bien quiénes eran los amos y quiénes los sirvientes. Angelou creció sintiendo las heridas de la desigualdad y el desprecio.
A los siete años fue violada por el novio de su madre. Se lo contó a su hermano, que lo denunció y el hombre fue juzgado, pero sólo estuvo un día en la cárcel. El mismo día que fue puesto en libertad apareció muerto y Maya Angelou se sintió responsable. Creyó que su voz era tan poderosa que podía matar y tomó la decisión de no volver a hablar. No pronunció una sola palabra durante cinco años.
Fue madre adolescente -a los 16, dos semanas después de terminar el instituto-, y tuvo que trabajar como cocinera, camarera de un club nocturno, actriz o en un taller mecánico pintando coches. Convencida de que podía llegar donde se propusiera, fue pionera en muchas cosas: fue la primera mujer negra que trabajó en los tranvías de San Francisco; fue la primera afroamericana que firmó un guión de cine, la primera en dirigir una película y la primera que leyó un poema en una toma de posesión presidencial (lo hizo en la de Bill Clinton, en 1993). Uno de sus libros se mantuvo más de dos años en las listas de ventas del New York Times por primera vez en la historia. Angelou fue una poeta reconocida sobre todo por su poesía social, muy influenciada por la tradición oral afroamericana. Activista y luchadora por los derechos civiles, colaboró con Malcolm X y Martin Luther King. El asesinato de este último coincidió con su cuarenta cumpleaños. Nunca más lo celebró.
Angelou escribía tumbada en la cama de habitaciones de hotel que alquilaba en la misma ciudad donde vivía. Pedía que quitaran cuadros y adornos. Cada día, llegaba a las 6.30h de la mañana y escribía hasta el mediodía en libretas rayadas amarillas, siempre con un diccionario, una Biblia ("el lenguaje de la Biblia es musical y maravilloso, lleno de ritmo"), un cenicero y una botella de coñac. Por la noche, corregía lo escrito ("con suerte, si había escrito nueve páginas las dejaba en dos”).
Reivindica su escritura como "natural" y busca que el lector sienta el texto como una conversación. Cuando habla de su estilo, admite que le "cuesta la vida hacer que parezca un lenguaje tan sencillo". Pule cada párrafo hasta dejar las palabras justas, pero no renuncia a la belleza de sus frases.
Yo sé por qué canta el pájaro enjaulado (Libros del Asteroide, traducción de Carlos Manzano) es la primera parte de su autobiografía y es una delicia. A pesar de la dureza de algunos hechos, el lector avanza por la vida de esta mujer como si estuviera leyendo un libro de aventuras. Es un libro luminoso que reivindica la igualdad y la justicia. "Estar con Maya Angelou en una habitación es como estar con la Mona Lisa. Todos las miradas están sobre ella": las palabras de Hillary Clinton muestran cómo era su presencia: poderosa, magnética, tan rotunda como su vida.
Una versión reducida de este artículo apareció publicada el jueves 28 de abril de 2016 en «Artes & Letras», suplemento cultural de Heraldo de Aragón. Aquí podéis descargar el artículo en PDF.
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