Cuando nació, Elena Poniatowska (París, 1932) fue bautizada como Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor. Qué menos para la hija del descendiente del último rey de Polonia y nieta de un abuelo amigo de Paul Valéry y de Debussy que la enseñó a leer y escribir. A los nueve años regresó a México huyendo con su familia de la ocupación nazi. «A mí me cantaron y me regañaron en francés», dice, y estudió en un colegio inglés. El español lo aprendió en la calle y de las sirvientas que trabajaban en su casa, que no sólo le enseñaron la lengua sino que le mostraron una realidad muy diferente a la suya. No fue a la universidad, aunque en su vida ha recibido 15 doctorados Honoris Causa.

«Estaba condenada a ser una niña bonita con una cara bonita, un marido bonito, unos hijos bonitos», dice Elena. Sin embargo, en contra de lo que se esperaba de ella, a los veinte años empezó a colaborar en un periódico. En su primer año publicó más de trescientas entrevistas y renovó la forma de hacer periodismo cultural en su país. Su estilo inocente a la hora de entrevistar sorprendía a todos, disfrazaba de ingenuidad su perspicaz inteligencia que le permitía ir siempre más allá para, casi sin querer, preguntar a Diego Rivera si sus dientes eran de leche o a María Félix si tenía voz de sargento. Pronto se afirmaba que debajo de esa simpleza escondía bombas en vez de preguntas.

Juan José Arreola le publicó en 1954 sus primeros relatos, Lilus Kikus -una suerte de Celia mexicana-, y desde entonces ha publicado más de cuarenta obras. Sus biografías noveladas sobre Leonora Carrington, Tina Modotti o Lupe Marín la han hecho destacar como narradora. Sus crónicas -La noche del Tlatelolco sobre la represión al movimiento estudiantil mexicano en octubre de 1968, o Nada, nadie. Las voces del temblor, sobre el terremoto que devastó México en 1985- la reivindican como la escritora que presta su voz a los sin voz y ponen de manifiesto su gran conciencia social y su generoso compromiso con los más desfavorecidos. Fue la primera mujer en ganar el Premio Nacional de Periodismo en México y la cuarta en ser reconocida con el  premio Cervantes.

Elena Poniatowska sigue observando la vida con curiosidad. En unos días cumple 85 años y y quiere escribir «hasta que la vida le alcance». Lo hará rodeada de sus gatos Monsi y Vais en su casa de Chimalistac, desde donde nos contará el mundo.

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Este artículo apareció publicado el jueves 27 de abril de 2017 en «Artes & Letras», suplemento cultural de Heraldo de Aragón. Aquí podéis descargar el artículo en PDF.

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