Sabemos muy poco de Françoise Frenkel. No hay fotografías ni documentos que nos cuenten cómo era. Sabemos que nació en Polonia en 1889 y que no tuvo hijos que atesoraran sus objetos personales: sólo se conserva el recibo de un guardamuebles parisino y una solicitud de indemnización que Frenkel presentó en 1959 por el embargo de un baúl por las fuerzas de ocupación alemanas. Pero como escribe Patrick Modiano en el prólogo de Una librería en Berlín (Seix Barral, 2017), no hace falta saber más: el testimonio «es más impresionante cuanto más anónimo nos parece».
En sus conmovedoras memorias, Frenkel recuerda cómo abrió una librería en Berlín y la convirtió en un centro de difusión de la cultura francesa, un lugar donde compartir el amor por la literatura y el pensamiento francés. Su sueño duró poco: con la llegada de Hitler al poder, su marido –al que nunca volvería a ver- huyó a Francia y empezaron las complicaciones para recibir libros y revistas franceses; en 1935, con la promulgación de las leyes raciales de Nurenberg, la Gestapo empezó a perseguirla. En 1939, días antes de que estallara la II Guerra Mundial, huyó a París.
Tras pasar por Vichy y Avignon, Frenkel se refugió en Niza. El relato de su estancia allí es sobrecogedor. Frenkel debió esconderse para evitar la deportación; sus escondites cambiaban en cuanto sospechaba que alguien lo sabía o cuando la delataban para quedarse con sus escasas pertenencias. El terror a ser descubierta sólo podía aliviarse con las buenas personas que la ocultaron en sus casas exponiéndose a ser denunciadas.
A pesar de lo trágico del relato, el texto de Françoise Frenkel es brillante. Las páginas donde narra el tiempo que se refugia en un hotel con compañeros de lo más extravagante son luminosas. Pero esa luz se apaga cuando habla de su huída clandestina a Suiza: el guía que la traiciona, sus varios intentos de cruzar la frontera, su paso por una cárcel paupérrima… Frenkel narra experiencias vitales que encogen el corazón.
La belleza de la prosa de Frenkel contrasta con la enorme dureza de los hechos que cuenta. Una librería en Berlín toma las grandes palabras de los libros de historia y las traduce al lenguaje que todos entendemos: el de la experiencia real de personas como nosotros que sintieron dolor y miedo, angustia y desesperación. En sus páginas se concentra lo mejor y lo peor del ser humano.
UNA LIBRERÍA EN BERLÍN |
Este artículo apareció publicado el jueves 8 de junio de 2017 en «Artes & Letras», suplemento cultural de Heraldo de Aragón. Aquí podéis descargar el artículo en PDF.
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