Cuando de niña veía a su padre trabajar en el campo, cuando veía a su abuelo cuidar a los animales, María Sánchez quería ser un chico. Pensaba que era necesario ser un hombre para cuidar el ganado, para cultivar esa tierra a la que ya de pequeña amaba. No sabía que siendo mujer también podría hacerlo: le faltaban los referentes necesarios, los modelos femeninos. Las mujeres donde mirarse. A su alrededor, las mujeres eran invisibles, mujeres «a la sombra y al servicio del hermano, del padre, del marido, de los mismos hijos […] mujeres que quedaban a la sombra y sin voz, orbitando alrededor del astro de la casa, que callaban y dejaban hacer».
María Sánchez (Córdoba, 1989) es veterinaria. Es la primera mujer de su familia que ejerce el oficio de su padre y de su abuelo. La primera persona de su familia que viaja a las fincas de ganadería extensiva y oye cómo le preguntan dónde está su marido. Una clase de preguntas que nunca hicieron a su padre, a su abuelo. Y Sánchez, en Tierra de mujeres (Seix Barral, 2019), se pregunta por qué. Feminismo y una apasionada defensa del medio rural van de la mano en este ensayo muy personal escrito con una prosa que araña a la vez que muestra la mano delicada de la poeta que ya en el espléndido Cuaderno de campo (La Bella Varsovia, 2018) deslumbró con sus historias familiares.
«¿Cómo querer aquello que no conocemos?», se pregunta la autora mientras reivindica una vuelta a la raíz, esa reconexión con la tierra a la que invitan tantos libros presentes en las librerías bajo la etiqueta de Nature Writing (de Thoreau a Susan Fenimore Cooper, de Andrea Wulf y Von Humboldt a Sue Hubbell), que cada vez cuentan con más lectores pero que son leídos como el testimonio de algo exótico, ajeno a una vida rápida que no nos deja mirar en los márgenes. «El campo es cultura y conocimiento», recuerda Sánchez, y si lo dejamos morir con él morirán oficios y formas de vida. Morirán las palabras que los nombran.
Tierra de mujeres es memoria y es reivindicación. Es recuerdo y es análisis. Es un grito que clama porque en Europa sólo el 12% de las tierras están en manos de mujeres, y es la imagen de su abuela dando de comer a las gallinas, pesando las frutas recién recogidas para venderlas a sus vecinas. Es un hermoso homenaje a esa genealogía de mujeres que estuvieron antes que ella, mujeres con manos que escarbaron la tierra, que son la tierra.
Este artículo apareció publicado el jueves 28 de febrero de 2019 en «Artes & Letras», suplemento cultural de Heraldo de Aragón. Aquí podéis descargar el artículo en PDF.